miércoles, 12 de marzo de 2008

Del malo de la guerra de las galaxias a la vuelta que casi se trenzan Aquaman y el Robin.



Estuve un montón de tiempo deseando que me tocara dibujar superhéroes, leía los cuentos que me llegaban y nada, meta piedras, señoras iguales, meta reyes, meta magos, meta brujas, meta gauchos, pero de superhéroes naranja, se los trago la tierra. Hasta que hace un par de años, en este libro Sexto Sentido de Editorial Estrada, me toca un cuento de superhéroes. !¡Ahijuna lobuna, finalmente se me dió! Me quedo grande el entusiasmo y chico el espacio (era un cuento solo nomás y yo le metí como tres o cuatro dibujos y daba para meterle catorce más) Destaco como muy logrado el estudio antropomórfico, el detalle de los cuerpos trabajados de Aquaman, ese anfibio incansable, esa tonina bonaerense, con sus poses estudiadas y su musculatura omega 7, y en las antípodas, Batman, 100% carne argentina, la sonrisa Corega, un Chimbote repostero de cartón, un choripan, un morcipan, una cremona de argentinidad, en este caso parándole la mano en el aire, trabando los músculos del abdomen, por sobre los cuales danza un peceto triple x con la soltura de Julio Bocca.
La tapa es otra historia, me la inspiró el malito de las galaxias con su voz de caño y particulares treinta. Un tipo jodidísimo, olvidado del bien, y entusiasta del catenaccio italiano, un tipo capaz de armar un partido con dos lineas de cuatro un volante tapón y un nueve de marca a la pesca. Y me salió de una con esa cara de bacha. Un hallazgo.

La nubosidad variable y el sindrome de Walter Lanz.


Este libro me dio un laburo bárbaro, lo empecé, y cuando iba por la mitad lo empecé de nuevo y así, sucesivamente hebía entrado en un loop del infierno que a cada vuelta me ponía más al borde del colapso hasta que vino en mi ayuda, el mismísimo Síndrome de Walter Lanz, una especie de temblequeo visual que viene acompañado de desinteligencias gastrointestinales y una lucidez extraterrestre. Yo estaba dibujando a media máquina viendo aparecer las mismas cosas de siempre y de repente, así, de una, como un piano descendiendo de un piso treinta, se me vino un Walter Lanz jodido, 9 en la escala de Ritcher. Bravo, bravo, la manito se me movía sola, buscaba los colores que en toda mi vida me había negado a usar iba y los metía y agarraba otro más jodido todavia, yo pensaba que me iban a dar una patada en el orto, y vuelta a manchar y me empiezaron los retorcijones. Me la aguantaba de puro guapo y seguía agarrado con las alpargatas al toro sebú que se había empecinado en sacarme del festival de Jesus María en una ambulancia del SAME. Y me la aguante nomas. Mansito lo desensillé en la puerta de la editorial , lo até en Humberto Primo y hasta de canchero le compré una Mountain Dew. Agrandado entré a verla a la Canela (editora de Sudamericana) con los dibujos en una mano y el teléfono de ayuda al suicida en la otra. Salió todo bien.

Entre la piedra Pomez y la cera Suiza: La piedra suiza.




Me acuerdo que me costó un Perú (es muy de viejo, si) resolver la tapa, estuve bocetando a lo loco para representar una piedra con urticaria, dos cuestiones que hasta ese momento me parecian: lejanas entre si, ajenas al mundo de la literatura y a años luz de mí.
La vida de un ilustrador esta llena de sorpresas.

lunes, 10 de marzo de 2008

Viajando en un convertible rojo.


Daisy piensa en un montón de cosas violetas: moras, labios y los torsos de los bañistas más audaces que se sumergen en las aguas de Mar del Plata pese a los trece grados bajo cero que hoy quince de julio de 2008 te calan los huesos. Cosme, volantea con ganas haciendo sonar el ripio de la interestatal 325 mientras cruza Nuevo Méjico con la cara de Don Johnson. A su lado, sobre el asiento de leopardo sintético, descansa una guitarra igualita a la que en este instante esta usando Mark Knopfler en Dublin.
Mark apreta los dientes y pone a vibrar la sexta cuerda con fuerza para arrancar con "Calling Elvis", una señorita que está sentada en la primera fila se acomoda el escote de la remera fucsia que lleva adosada al cuerpo como si fuera de latex con la leyenda "Mi nombre tambien es Daisy" escrita en tinta de plata. Daisy, la de Mar del plata siente el frio por primera vez y piensa que fue una locura meterse en el agua, y piensa tambien en Cosme que deberia estar llegando con los quinientos mil dolares al Banco Bruselle Lambert y por fin podría depositar toda la plata en la cuenta del fiolo moscovita que la tenía peor que a Jodie Foster en Taxi Driver.
Es un puto segundo. Mark se distrae y le pifia a la cuerda de "Calling Elvis" y arranca con "La gallina turuleca" de Gaby,Fofo y Miliky, Daisy en mardel siente que se le hace un nudo en el esternón como si le hubiera encallado el Titanic entre las tetas, el jodido ripio le juega a Cosme el ancho de espadas y atrás le manda el basto; por más que pisa el freno se come el semi de BJ con mono y todo; Daisy, la de la remerita fucsia, intuye que no volverá a ver nunca más a su hermana.

La escobita y el azul del cielo se los afane al tio Walt.


Esta es una ilustración que hice hace unos años para el diario Clarín, la rescato por tres cosas, la escobita que está bárbara, el azul del cielo que estan afanados de la película Fantasía, yo la ví de niño en el cine Real y me la acuerdo hasta el día de hoy, y especialmente me la acordé el día que tenía que ilustrar la nota para el diario. La tercera razón es que me salió bárbaro el asunto de los bracitos del tipito que se meten en los tubos fuelle.

Robots que reconocen la verdad pero no saben que hacer con ella.


Saber es apilar. Reconocer la verdad de la mentira es cagarse la vida. Estos simpáticos muñecoides que estan desarrollando un grupo de mentes muy brillantes en algún lugar del planeta se jactan de poder pensar y poder reconocer lo verdadero, sacarán sus propias conclusiones y muy pronto los veremos con sus carritos de supermercado navegando las góndolas de la ignorancia con gesto arrogante y unas billeteritas apetecibles.

Sarkozy se corta solo.


Estamos acostumbrados a ver en los dibujitos animados que siempre los grandes chefs son o franceses o pure, en este caso y logrando un golpe de efecto sin precedentes el egocentrismo francés ha sabido dar una breva madura del tamaño de la torre Eiffel, un manierista extremo como todo petiso, de Don Fierro para acá y para allá, que sin ningún pudor se dispone a devorarse a si mismo. Elegante y chic.

Ser Bella y ser Bestia.


A medio camino entre la civilización y la barbarie se encuentran estos dos outsiders. Una, la Bestia, empujada por su fealdad y cuernos de medialunas del abuelo, al pozo del desprecio; y la otra, La Bella, arrojada por su inocencia y buen corazón al mundo mercantil del toma y daca disfrazada de moneda de cambio. Sin embargo en es bodoque de sentimientos encontrados, La Bestia se las rebusca para arreglar el duplex en Las Toninas y demostrar que pese a su cara de alfombra Kalpakian y el cuerpito de Quincong es todo un caballero.

domingo, 9 de marzo de 2008

Largo camino a casa o la epopeya de los seres vivos o la larga jornada de los seres vivos o la parabola de los ladrillos.


Rescato la voluntad, la extravagante voluntad de enjuagar con barro. Buenas tardes.

El efrit esta frit.


Obsérvese en esta ilustración la tensión dramática, las manos crispadas del mago malandra que ya está saboreando el placer acre y ocre de la venganza, al quitarle de cuajo el palacio y cia. al pibe Aladino, ya crecido, próspero y bien casado con una princesa de rompe y raja gracias a los favores del efrit. Ahora el mago disfruta con el fervor propio de quien ha conocido la bancarrota y es llevado por los aires por el efrit que la ve pasar sin chistar.

Aladino, o la historia de un joven self made man.




Vivo reflejo de una época dorada perdida en el horizonte de los tiempos. Vemos como estos dos buenos muchachos, el joven buscavidas Aladino y el veterano mago malandra se disputan los poderes de un genio capaz de todo excepto de tomar sus propias decisiones, una especie de máquina, de fuerza bruta, de caballo de troya donde pueden guarecerse sin culpa los lideres del mundo.

Batman en una botella de leche Kasdorf.


Atrapado en una botella, Batman se debate entre una vida repleta de placeres como el multimillonario Bruno Diaz, o la vida monacal de un superheroe en medibachas grises en estos tiempos de zunga de leopardo.